Después de leer varios libros sobre
la problemática social, llego a la siguiente conclusión, aunque es simplemente
una opinión que he formulado como resultado de una investigación y no como
fruto de conversaciones cristianas que excusan su indiferencia diciendo “son los últimos tiempos”. Hacer uso de
la apologética doctrinal, la cual requiere conocimientos amplios de la
intelectualidad secular, y de esta manera poder enfrentar la discusión con cesantes
y evitar ponerse en una condición de ridiculez, llego a la conclusión que, no
se puede hacer un cruce constante en la discusión y defensa de las escrituras y
las verdades que de estas se deprenden. El hombre, ha llegado muy lejos en su condición
fuera del Edén, pero más allá de lo lejos que este se encuentre de aquella condición
Edénica, no escapa de su condición, es por esto que la discusión se hace nula
cuando hay un intercambio, llevando el evangelio y sus contenidos al plano
de lo relativo. Así que, la discusión debe ser desde una acción y concepción a
la hora de presentar el evangelio y sus verdades, conscientes de que estas son
verdades absolutas y no merecen (por ser Vox
Dei y no Vox Populis) ni pueden
ser puestas en duda por todo expositor, entonces la discusión apologética debe ser
hecha desde este plano, sabiendo y teniendo la convicción que el evangelio es
poder de Dios, así que toda construcción apologética debe tener
prioritariamente la herramienta de las escrituras inerrantes, y más allá de una
estructura intelectual, secular, es necesariamente una estructura teológica la
cual regula toda discusión en el plano de la sensatez y el orden.